Un nuevo aniversario vivió la Universidad de Concepción en este mes de mayo, y a dos años de superar un siglo de vida, sigue enfrentando nuevos desafíos y avanzando en su camino de desarrollo y aporte a la Educación Superior.
Surgió en circunstancias muy complejas, justamente cuando una pandemia –la llamada gripe española- asolaba al mundo. Entonces, como ahora, la Universidad buscaba ser un aporte pertinente a las necesidades de la región y del país. Aquellas propias del desarrollo, pero también las más urgentes a la situación sanitaria que se vivía.
Prueba de ello es que las carreras que le dieron origen estuvieron asociadas a la ciencia, la industria y la salud, como química, farmacia e ingeniería. Disciplinas importantes en un mundo en desarrollo, que requería respuestas en aspectos técnicos y sanitarios.
La Universidad de Concepción transformó la ciudad, no sólo su economía, sino también la cultura y la sociedad, pues fue complejizándose y abriéndose a nuevas comunidades y campos del saber. Las transformaciones sociales no se detienen y por lo mismo, las instituciones tampoco. Hoy, en el siglo que estamos viviendo, de nuevos desafíos y oportunidades, es necesario plantear preguntas frescas y proponer nuevas soluciones para construir una vida buena para quienes habitamos estas tierras.
Ahora, que damos cuenta de un mundo globalizado, amenazado por los desafíos de la pandemia, y en el contexto de una sociedad de la información y conocimiento que brinda innumerables estímulos y respuestas, pero al mismo tiempo nos llena de incertidumbres; ahora, que en Chile estamos viviendo un proceso constituyente, que nos llena de anhelos, preocupaciones y tareas, y donde las Universidades no pueden restarse.
En este escenario, este nuevo aniversario refresca en nosotros la necesidad de seguir conectados con las urgencias de la contingencia nacional y mundial. Contribuir, como lo establece nuestra misión, al desarrollo sustentable con aporte de distintas disciplinas del saber.
Aparte del cumplimiento de las funciones tradicionales de docencia de calidad y formación de personas comprometidas con su entorno, las Universidades tienen la oportunidad de vincularse al proceso constituyente de manera activa, a través de la producción de conocimiento y reflexión situada y pertinente. Esto es, colaborar en comprender los desafíos sociales, ambientales, político-territoriales, de diversidad y derechos, que la sociedad chilena reclama hace algunos años, y que se reflejan en la composición de la asamblea constituyente.
La capacidad de vincularse con los actores sociales y políticos, más allá de su trabajo en las aulas y campus universitarios, será la clave para materializar este aporte universitario tan urgente y positivo, en un período de transformaciones gravitantes para nuestro país.
Más aún, confirmando la vocación y compromiso de servicio público de nuestra Universidad centenaria y regional, la UdeC ha vuelto a asumir el reto de mirar, pensar y actuar desde los territorios y hacia el mundo, con claridad del presente, miradas frescas, nuevas iniciativas y esperanza para los anhelos del mañana, cumpliendo así ese destino público que nos convoca desde el origen.